Descripción del proyecto
Palacio Marqués de Leganés
En 1630, el primer señor de la villa de Morata de Tajuña, y primer Marqués de Leganés, Don Diego Felípez de Guzmán Dávila, adquiere en Morata una parcela de terreno frente a la Iglesia, donde edificará un gran palacio en el que entre su vasto patrimonio para establecer su residencia.
Desde entonces, y hasta principios del siglo XX, fue el principal edificio de interés histórico artístico del pueblo. En 1916 fue parcelado y vendido a diversos vecinos de la localidad, que construyeron en aquellas parcelas en que se había dividido el palacio, sus viviendas familiares.
De la importancia del palacio nos habla la extensa colección privada de obras pictóricas documentada que atesoraba el marqués. Unas 1.300 obras de artistas como Velázquez, Rubens, Van Dyck, Tiziano, etc, y de las que unas 479 de ellas colgaban en las paredes del palacio morateño.
Lo más interesante, hoy en día, es imaginar cómo sería aquel palacio y sus dimensiones, cuya fachada se adivina en la Plaza de la Iglesia, y recorrer lo que serían sus dimensiones en un paseo, pues el Palacio ocupaba toda la manzana que hoy conforma la manzana entre la Iglesia, la calle Centro, la de Ciego y la calle Cruz de Orozco.
Ermita de la Magdalena
En 1778 se cerró a culto esta pequeña ermita que el viajero encontrará en plena vega del río Tajuña, saliendo del pueblo en dirección a Valdelaguna, a tan sólo 100 metros del Molino de la Huerta de Angulo, museo de la Molinería.
Es meramente una curiosidad hoy en día, el hallar esta edificación tan rústica en pleno sembrado en uno de los caminos de la vega, y que sólo nos indica una pista de su lejano pasado (seguro que algo más aprovechado) al observar el pequeño porche o pórtico que da entrada al edificio.
Palomar de la finca “La Estacá”
Seguramente sea la construcción popular conservada más espectacular de la que goza la vega del Tajuña, pese al paso de los tiempos y a su humilde y aparentemente sencillo exterior.
El visitante puede acceder y disfrutar de los caminos que a él conducen por la Vega y asombrarse ante la espectacularidad e hipnótica belleza interior que atesora el palomar.
De presumible edificación a finales del siglo XVIII o principios del XIX, es una edificación circular basada en dos anillos concéntricos techados de teja.