Descripción del proyecto
HISTORIA
Lo que hoy conocemos como Morata es consecuencia directa de unos acontecimientos históricos que se remontan al momento en que algunas tribus como los carpetanos decidieron hacer del entorno que nos rodea un lugar para habitarlo.
Posteriormente, tal y como recoge el historiador Jesús Antonio de la Torre Briceño en ‘Historia de la Villa de Morata de Tajuña’, civilizaciones como la romana fueron visitantes habituales de estas tierras, situadas en las proximidades de un nudo vital de su red de comunicaciones y muy apropiadas para levantar algunas de sus villas en las que se inició una explotación racional de las favorables posibilidades agropecuarias de un territorio favorecido por la cercanía de las aguas del Tajuña.
Algunos vestigios en forma de restos arqueológicos han quedado de esta presencia romana en los alrededores de Morata hasta que otros pueblos llegados de lejos de la península ibérica ocuparon su lugar.
Es en este momento cuando encontramos el primer documento escrito sobre el valle del Tajuña de la mano de Plutarco, que narra la batalla entre los romanos y los caracitanos que defendían la mítica Cacacca (presuntamente el Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña). Con la conquista de este enclave se inicia la romanización definitiva de la zona que en Morata se trasladaría a la posible construcción de una villa romana sobre el río y de la que encontramos fragmentos de cerámicas y de pavimentos en el Museo Arqueológico Nacional.
Licinia
Precisamente, en las Relaciones de los Pueblos de España, el párroco declaraba en 1580 que a media legua de la población, en el camino a Chinchón, se encontraban piedras labradas “con letras góticas, romanas y en lengua latina e una de ellas está puesta en la torre de la dicha villa en la cual está puesta una ‘D’ romana en la parte alta y luego escripto un verso que dice ‘Licina’ y lo demás no se puede leer”. De ahí que durante mucho tiempo se creyese que Morata era conocida como Licina –de hecho el escudo del pueblo contiene esta palabra-, cuando en realidad es un nombre de mujer inscrito en una estela funeraria.
Más tarde, los árabes, a quienes debemos su decidida apuesta por aprovechar al máximo las aguas del río, dotaron a la vega morateña de una moderna, para la época, red de riego. También dejaron su impronta de siglos de presencia entre nosotros hasta en la toponimia del nombre de Morata que ya en los tiempos del avance cristiano por el territorio al sur de la cordillera empieza a aparecer en los primeros documentos escritos.
La Morata cristiana
Con la conquista por Alfonso VII de Alcalá y sus tierras, comienza un periodo de mayor paz para Morata que hará que la primitiva aldea se convierta en un villazgo.
A partir del siglo XII, ya como territorio cristiano, se empieza a definir con soportes claros la historia de Morata, su donación en época medieval a la familia Portocarrero y su adscripción al señorío del todopoderoso arzobispado de Toledo como el resto de la mayoría de las villas y aldeas del entorno. Morata, sin embargo, a diferencia de estas villas y aldeas vecinas, no se integró en la Tierra de Alcalá (como sucedió con Perales o Arganda), ni tampoco en la jurisdicción de Segovia (como sucedió con Chinchón), sino que dependerá de Ocaña. En 1366, el rey Pedro I le entregaría la villa, en pago de los servicios prestados a la Corona, a Pedro González de Mendoza. Éste era un importante miembro de la nobleza, duque del Infantado y marqués de Santillana y cuyos títulos heredaría su hijo Diego Hurtado de Mendoza, almirante de Castilla.
Posteriormente, los morateños aprovecharon un tiempo de fugaz bonanza económica basada en el cultivo del cáñamo y otras producciones agrícolas y de un importante aumento de la población para conseguir la condición de villa de señorío real. Tras alcanzar su objetivo en 1575, a cambio de un peaje económico de 24.000 ducados, mantuvieron su status de villa real hasta que en el siglo XVII (1634) el marqués de Leganés adquirió la jurisdicción de Morata y con ella los derechos por los que tanto habían luchado los morateños.
Las Relaciones Topográficas de Felipe II hablan del origen del nombre estableciendo que “la dicha villa de Morata se llama así de tiempo inmemorial a esta parte, sin que haya habido memoria alguna de cuándo empezó llamarse así, pero que se presume llamarse Morata o porque había en su término muchas moreras y morales, por ser tierra dispuesta para ello de tener mucho riego, y así hay al presente morales muy antiguos, y se dice haber habido antes más, y también podría haberse llamado así según se presume y se tiene por más cierto después que los moros entraron en España, porque de este nombre Morata se llamaron algunos moros, y así consta en la historia que se escribió de la guerra de Malta, que un moro principal de la armada del turco se llamaba Morata, y, así se presume, que cuando los moros ganaran a España algún moro habría que fuese señor de Morata, del cual tomase el nombre…”
Jiménez de Gregorio propone otro origen para el nombre, aunque apoyándose en el mismo documento que habla de los muros de un antiguo castillo ya derruido en el siglo XVI.
Marquesado de Leganés y ducado de Altamira
Con la llegada de la Casa de Leganés a Morata se inicia un período en el que no fueron escasas las dificultades económicas. La crisis de la villa se reflejó en los distintos padrones de población de los que tenemos constancia en el siglo XVIII. Por otra parte, si los sucesivos depositarios del señorío de Morata, primero con el título de marqués de Leganés y posteriormente con el del condado de Altamira, dejaron su impronta en la construcción del palacio señorial de la plaza de la Iglesia, hoy desaparecido, también es cierto que dominaron la economía de un pueblo que vivía, fundamentalmente, de una agricultura que tenía su mercado natural en la cercana capital, aunque también aparecieron algunos intentos de desarrollar una incipiente actividad industrial en el antiguo batán.
Especialmente trágica fue la Guerra de Sucesión para Morata que vio cómo las tropas del archiduque Carlos de Austria saquearon y arrasaron con todo a su paso por el pueblo. Una vez instaurados los Borbones en el trono, el VI Señor de Morata proclamó el Auto de Buen Gobierno, un conjunto de 51 normas en las que se regulaban aspectos de carácter social y económico de la vida de los morateños.
La llegada del Ferrocarril y la Guerra Civil
Es en medio del caos general provocado por el reinado de Amadeo I de Saboya y de la Primera República cuando surgen los bandoleros del Tajuña. Conocidos como los Robin Hood españoles, el pueblo los convierte en héroes porque, idealizados por la mentalidad del Romanticismo, supuestamente, robaban al rico para dárselo al pobre, aunque esto no era del todo cierto.
Siguiendo los pasos del mítico Luis Candelas, supuestamente originario de Perales de Tajuña, cuadrillas, como la del Capellán de Valdilecha, atemorizaron las diligencias que comunicaban el valle del Tajuña, desde sus refugios de las cuevas de Morata y con la protección del famoso matador de toros Salvador Sánchez Frascuelo.
Será la apertura del ferrocarril, en 1901, el hito que marque la entrada en el siglo XX. Con las vías del tren llega también la posibilidad de explotar con mayores garantías los recursos agrícolas e industriales del municipio que, poco a poco, recupera población e incrementa su actividad económica. También llegaría el primer automóvil, propiedad del marqués de Benalúa.
La Guerra Civil, sangrienta y destructora en el entorno de Morata y en el propio municipio, frustra por unos años esos intentos de progreso y deja las tierras de Morata sembradas de desolación a raíz de la cruel Batalla del Jarama, el primer enfrentamiento de la Historia en el que participó la infantería, los carros blindados y la aviación, dejando a su paso miles de muertos y que sólo sirvió para alargar la guerra ante la estoica defensa de los republicanos que impidieron a los alzados conquistar Madrid por el sureste.
En los últimos años, Morata ha evolucionado y ha pasado de ser un pueblo eminentemente agrícola a convertirse en un municipio con una actividad económica diversificada pero que, no por ello, deja de tener presente la realidad histórica y los hechos que marcaron su pasado.
La Real Fábrica de Tejidos e Hilados de Morata
Ya en 1792 se produjo uno de los hitos más importantes del pueblo, cuando los hermanos Mariano y José March establecieron en Morata la Real Fábrica de Tejidos e Hilados, que durante una década se convierte en todo un referente. Tanto es así, que los reyes y el propio Godoy utilizaban las mantillas y mantos de Morata. Unos años de esplendor que se acabarían con el traslado de la Real Fábrica a San Fernando de Henares por estar más cerca de la Corte y por el poco interés de los morateños en la industria.
Morata, tras la guerra de la Independencia, se incorpora al siglo XIX, y recibe con alborozo la Constitución de 1812 y la abolición de los señoríos. Sigue siendo una población agrícola, en la que los procesos desamortizadores liberan un número importante de tierras de labor. La villa ve también cómo de nuevo el entorno del Tajuña es el epicentro de un cierto proceso industrializador con la instalación de una importante fábrica de papel que da trabajo a muchos morateños.
Conoce más sobre la historia de Morata de Tajuña
Si quieres conocer más sobre la Historia de Morata te recomendamos el libro de Agustín Miranzo Sánchez-Bravo ‘Documentos Históricos de Morata de Tajuña’. Una agrupación de textos con manuscritos antiguos que hablan sobre la vida en Morata de Tajuña a lo largo de su historia, acontecimientos históricos que datan algunos desde el siglo XV y curiosidades sobre la villa. También tienes toda la información en su blog Historia de Morata.