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PALMERITAS2021-12-10T00:43:59+00:00

Descripción del proyecto

Palmeritas

Si hay un producto que se ha ganado una reputación irrefutable y cada vez más popular, son las famosas ‘Palmeritas de Morata’, la punta del iceberg de la repostería morateña.

Con un jugosísimo hojaldre, muy gorditas, aunque de pequeño tamaño, y cubiertas de buen chocolate que se derrite con solo mirarlo, los reposteros morateños llevan medio siglo elaborando estas delicias que han convertido a Morata de Tajuña en un lugar de obligado peregrinaje para golosos.

Las Palmeritas pueden ser encontradas en cualquiera de nuestras pastelerías y cada una tiene una especial forma de prepararlas, por lo que existen verdaderos fans de las palmeritas de una u otra pastelería:

¿Dónde comprarlas?

PASTELERÍA REAL, Calle Real, 15

PASTELERIA DE LA TORRE, Domingo Rodelgo, 12

PANADERÍA PASTELERÍA CONEJO, Calle Real, 53

PANADERÍA ENCARNI (Panificadora Morateña), Calle Real, 19

PANADERÍA LA DULCERÍA, Avenida de la Constitución, 8

PACO-PAN, Calle del Toril, 4

Otros productos de la repostería casera morateña

En Morata de Tajuña, existe una tradicional repostería casera que aún se realiza en las casas y que puede encontrarse en las pastelerías y algunas panaderías de nuestra localidad.

Además de las populares palmeritas de Morata, existen productos típicos como las “pelotas de fraile” unos bollos fritos, ligeramente empapados en jarabe y que pueden encontrarse en cualquiera de nuestros establecimientos reposteros.

Otros productos típicos morateños son el  hornazo y las tortas de pascua (típicos del domingo de Pascua), los “repápalos”, rosquillas fritas y los mantecados.

Correr el hornazo

El domingo de Pascua, era tradición en nuestra localidad “correr el hornazo”, un bollo de pasta y levadura al que se le añadía uno o más huevos crudos que cocían junto al bollo en el horno y que pueden ir adornados con un baño de azúcar y caramelos para los más pequeños.

Para ello, a la hora de la merienda, las familias con niños solían trasladarse a zonas del campo con arboleda y sombra, y disfrutar de uno de los primeros domingos de primavera al aire libre.

Era común que los huevos que acompañaban el hornazo, se cascaran jugando en la cabeza de uno de los acompañantes antes de empezar a pelarlos.

Esta tradición, a lo largo del tiempo fue evolucionando y convirtiéndose en un día completo de campo e incluso de acampada en un lugar emblemático, sin que se haya perdido la tradición de comer este típico bollo.